Cinco décadas de tallar con nobleza la madera con las manos marcadas por 49 años de gubias y lijas; Alberto Manzanillo, oriundo de San Miguel de Boconó, nació el 04 de enero de 1961 y guarda en cada tallado la memoria de su tierra.
“Tallo para que el mundo vea lo que callamos, lo que nos cuesta expresar con palabras”. El maestro trujillano de 64 años fusiona arte sacro y denuncia en sus obras; tras cinco décadas de oficio autodidacta, ha participado en más de 200 salones de Artesanía y Arte Popular en Venezuela. Domina el alto relieve que le permite mezclar simbolismo andino y realismo crítico. “Trato de enseñar estas técnicas a mis hijos y nietos. Mis nietos ya piden sus propias herramientas”, confiesa con orgullo.
Arte que interpela: De vírgenes a trincheras. En su taller perfumado a pino, Manzanillo crea dos tipos de obras: devocionales, Cristos con rostros indígenas, vírgenes de mantos tallados en ondas que imitan los surcos de los páramos trujillanos.
De denuncia: Su serie “Sangre en la Arena”: escenas antitaurinas, “Mujer que late”, figuras femeninas con cadenas rotas. Puntualiza: “Un santo cura el alma, pero un toro ensangrentado tallado en samán cura la ceguera social”. “Mis obras son espejos, muestran lo que muchos no quieren ver”.
Para nuevas generaciones: “El mejor maestro es el error”. Relata cómo un Cristo partido en 1987 lo hizo descubrir el kintsugi criollo (unión con resina de orquídea).
“Tallen sus raíces”: Promueve usar maderas autóctonas como apamate, bucare y jabillo. “Un artesano debe ser semilla”. Insiste en dejar obras con mensaje, no solo decorativas.
“La madera enseña paciencia revolucionaria. El futuro también se escribe con formones”.”Invito a los jóvenes a tallar nuestra historia. Que sus manos esculpan el país que soñó Chávez en madera de esperanza”.
Hace un reconocimiento a las políticas culturales con una virgen de 1,20 metros en proceso (dedicada a la paz nacional) y valora el programa “Talleres Libres Comunitarios”, donde enseña desde 2019.